Construyendo una OMS para la gente

31 July, 2020

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“Es un editorial para el American Journal of Public Health (la revista de la American Public Health Association), sobre el retiro de apoyo a la OMS por parte del gobierno de USA y los intereses que hay en la OMS que explican su declinación. Ya fue publicado en inglés, en francés y esta semana se publicará en alemán.

La traducción que sigue es de las propias autoras, Anne-Emanuelle Birn y

Laura Nervi, “(Re-)Making a People’s WHO,” American Journal of Public

Health, 110: 9 (September 2020): online ahead of print July 16, 2020: e1-e2.

<https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806>

https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806

<https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806>

https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806

(Re)-Construyendo una OMS para la gente

Resumen

Entre el alboroto causado por la retirada de la OMS por parte del gobierno

de Estados Unidos, una cuestión crucial se deja de lado: la influencia

antidemocrática que las corporaciones transnacionales, las organizaciones

filantrópicas y sus poderosos países asociados ejercen sobre la OMS.

Sostenemos que esta situación debe ser revertida si se quiere relegitimar el

poder y la competencia de la OMS.

Artículo

Mientras los expertos en salud global, políticos, organizaciones de la

sociedad civil y seis de los líderes del G7 animan a declarar el apoyo a la

Organización Mundial de la Salud (OMS <https://bit.ly/3gP9Dyj>

https://bit.ly/3gP9Dyj) y contrarrestar así el descrédito del organismo y la

suspensión de financiamiento ocasionado por el gobierno de Estados Unidos,

un momento de reflexión es necesario.

Indudablemente, la OMS es un actor crucial ( <https://bit.ly/2U9s7Qh>

https://bit.ly/2U9s7Qh) para guiarnos a través de la pandemia de COVID-19,

cooperando con los países miembros en la elaboración de planes de

preparación para la pandemia (incluso para las subsiguientes oleadas de la

enfermedad); recolectando, analizando y difundiendo datos epidemiológicos

críticos; transmitiendo políticas y asesoramientos rigurosos y

científicamente fundamentados; estableciendo normas en torno a las pruebas,

el distanciamiento físico y otras medidas de salud pública; estableciendo

normas en cuanto a la recolección de datos y el intercambio de información;

y apoyando la investigación en medicamentos y vacunas. Si se financiara

adecuadamente y los países miembros le otorgaran el poder, la OMS tendría el

potencial de ampliar el transporte de equipos de protección personal y otros

suministros esenciales para proteger a los trabajadores de primera línea y

servir de coordinador internacional para la distribución ética y equitativa

de diagnósticos, vacunas, productos terapéuticos, y equipos. De conformidad

con el Reglamento Sanitario Internacional, la OMS está facultada para

declarar una emergencia de salud pública de importancia internacional

(ESPII), como lo hizo el 30 de enero de este año con respecto al COVID-19 (

<https://bit.ly/2XvtQkU> https://bit.ly/2XvtQkU) y dar una respuesta en

“tiempo real”.

¿Dio la OMS algún paso en falso? La próxima revisión “imparcial,

independiente, comprehensiva” ( <https://bit.ly/2AHgQzW>

https://bit.ly/2AHgQzW) de la respuesta de la OMS al COVID-19 lo revelará,

pero la actuación limitada de la OMS estaba predeterminada desde el

principio por su propia estructura de toma de decisiones, su alcance

restringido (dependencia tanto de los informes como del cumplimiento de

normas por parte de los países, falta de mecanismos de aplicación de dichas

normas, entre otras cuestiones) y su dependencia financiera de los donantes

que actúan en su propio interés.

Persistentes preguntas permanecen en torno a China y a su retraso en

intercambiar información con la OMS ( <https://bit.ly/2Xych3I>

https://bit.ly/2Xych3I). Sin embargo, una vez que las autoridades chinas

confirmaran la transmisión de persona a persona, la OMS colaboró

estrechamente con China para advertir al mundo de esta ESPII y recomendar

medidas extraordinarias para contenerla.[i]

Además, bajo presión internacional, China revisó el aumento de la mortalidad

por COVID-19 ( <https://cnn.it/2XxEwzG> https://cnn.it/2XxEwzG) para

enmendar las incorrecciones. En contraste, la tardía, espeluznante

contabilidad de las muertes en los hogares y las residencias de personas

mayores del Reino Unido, Italia, Francia, España y los Estados Unidos, entre

otros países, sigue siendo justificada, o al menos contextualizada en el

marco de las actuales extenuantes circunstancias.

Asimismo, países que atendieron a las recomendaciones de la OMS –incluidos

Alemania, Vietnam, Islandia, Dinamarca, Nueva Zelandia, Corea del Sur y

Finlandia– se beneficiaron de su guía (Taiwán, como país no miembro de la

OMS, se anticipó efectivamente a la situación, pero este es un caso aparte).

En suma, incluso mientras se desarrolla el vital proceso de aprendizaje y

renovación –que, por su parte, todos los países tendrían que llevar a cabo–

se debería permitir que la OMS hiciera su trabajo.

Sin embargo, una preocupación prevalece a todas las demás: La acusación del

gobierno de Estados Unidos de que la OMS está “capturada,” en efecto tiene

sentido, pero no por los actores denunciados por EEUU. La progresista

Constitución de la OMS de 1948 estableció un sistema de gobernanza

democrática a través de una Asamblea Mundial de la Salud de carácter anual y

un Consejo Ejecutivo rotatorio y electivo de 34 miembros.[ii] Pero, durante

decenios, la OMS se ha visto impedida de establecer políticas de forma

independiente. Su mandato para establecer la agenda en salud fue suplantado

por poderosos estados miembros, sus corporaciones transnacionales y

filantropías, y las instituciones financieras internacionales. Desde 2010,

la Iniciativa de Rediseño Global del Foro Económico Mundial ha tratado de

transformar a las Naciones Unidas, incluyendo a la OMS, en un sistema de

“gobernanza de múltiples socios” (influido por las empresas transnacionales,

las mayores filantropías, y las grandes finanzas ( <https://bit.ly/3gV66yv>

https://bit.ly/3gV66yv), en el que el dinero público y la legitimidad de las

Naciones Unidas son canalizadas hacia iniciativas privadas con fines de

lucro.

Fundada en medio de las luchas del inicio de la Guerra Fría y una ola de

procesos de descolonización, la OMS siempre fue imperfecta. Sus primeras

décadas estuvieron dominadas por las campañas contra ciertas enfermedades

como el paludismo y el pian, que contaban ya con instrumentos técnicos

listos para implementar (DDT; penicilina) pero que prestaban poca atención a

las condiciones de vida relacionadas con la salud o al desarrollo de

robustos sistemas de salud. Durante una colaboración entre los Estados

Unidos y la URSS en los años 60 y 70 para erradicar la viruela (

<https://bit.ly/2U4xKPJ> https://bit.ly/2U4xKPJ), los países del “Tercer

Mundo” impulsaron una reorientación: “Salud para todos en el año 2000”,

plasmada en la Declaración de Alma Ata de 1978 ( <https://bit.ly/3034Ymm>

https://bit.ly/3034Ymm). Esta era la mejor oportunidad para la OMS y para el

mundo de mejorar equitativamente la salud y el bienestar mediante un enfoque

basado en la atención primaria de salud (APS) –fundado en el derecho a la

salud, la justicia social, y un nuevo orden económico internacional– en el

contexto de las formidables asimetrías de poder, en particular entre el

Norte y el Sur.[iii]

Pero en los 80, durante una crisis global de la deuda y consecuente

recesión, en medio de un giro ideológico neoliberal, la OMS fue acosada por

el gobierno británico de Thatcher y el norteamericano de Reagan. Este último

unilateralmente rebajó las cuotas a las Naciones Unidas y luego retuvo las

cuotas a la OMS alrededor de 1986-1988. Estas medidas estaban destinadas, al

menos en parte, a reprender a la OMS por su Programa de Medicamentos

Esenciales de 1977 (recomendando los genéricos) –al que se oponían las

principales compañías farmacéuticas– y su Código Internacional de

Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna de 1981 para poner fin a

las prácticas deshonestas de comercialización de las empresas de fórmulas

para lactantes. Simultáneamente, Alma Ata –concebida como un esfuerzo

impulsado por la comunidad para hacer frente a las causas subyacentes de las

enfermedades (por ejemplo, enfrentar la diarrea mediante el acceso al agua

potable y el saneamiento) dentro de una crítica radical a los arreglos de

poder económico global– fue desestimada mediante un esfuerzo encabezado por

la Fundación Rockefeller para hacer que la APS fuera “selectiva” mediante

intervenciones de arriba hacia abajo, definidas de forma estrecha (paquetes

limitados de servicios de bajo costo).[iv]

Entretanto, el Banco Mundial comenzó a eclipsar a una OMS insuficientemente

financiada, sus préstamos obligaron a reducir y privatizar masivamente los

sistemas de salud en el Sur. Las políticas de austeridad posteriores a 2008

reverberaron también hacia el Norte: aclamados sistemas de salud universales

fueron debilitados, desfinanciados y se mercantilizaron con gran beneficio

privado, notablemente en el Reino Unido y en España, que están entre los

países que han sido más afectados por el COVID-19.

Con la disminución o estancamiento de las cuotas de sus países miembros en

los 90, la OMS se vio obligada a buscar otras fuentes de financiamiento. Hoy

en día, el presupuesto de la OMS (alrededor de 2,400 millones de dólares

anuales [ <https://bit.ly/2ABiH9e> https://bit.ly/2ABiH9e], menos de un

tercio del presupuesto anual del Hospital Presbiteriano de Nueva York! [

<https://bit.ly/2Y0basD> https://bit.ly/2Y0basD], está en más del 80%

destinado a actividades predeterminadas por los donantes, lo que permite un

enorme control a ciertos países de ingresos altos, corporaciones,

fundaciones privadas y asociaciones público-privadas (las que típicamente

emplean herramientas técnicas, a menudo producidas por esas mismas

asociaciones, para apuntar de forma reduccionista a enfermedades

individuales, mientras escamotean los enfoques integrados o de sistemas de

salud).

Un desarrollo particularmente insidioso es la proliferación de las

asociaciones público-privadas insuficientemente reguladas (y financiadas por

los gobiernos asociados), que ofrecen a los actores corporativos exentos de

procesos de rendición de cuentas un acceso sin precedentes a la toma de

decisiones y las oportunidades de comercialización. En años recientes, la

OMS se ha visto presionada por las asociaciones público-privadas, las

corporaciones trasnacionales y sus asociados gubernamentales para que, por

ejemplo, estos últimos flexibilicen las pautas de consumo de azúcar,

recomienden el almacenamiento masivo de un medicamento ineficaz contra la

influenza (lo que representa un conflicto de intereses con la Gran Farma), e

impulsen la adopción de un marco de prevención de enfermedades no

trasmisibles que pasa por alto la regulación de las empresas

transnacionales.[v]

Las mayores asociaciones público-privadas, el Fondo Global y GAVI (la

Alianza de Vacunas), ambas fuertemente apoyadas por la Fundación Bill y

Melinda Gates y contribuciones de gobiernos, han soslayado y desplazado a la

OMS (que ni siquiera tiene voto en la Junta del Fondo Global), dirigiendo

anualmente miles de millones de dólares públicos a la compra y distribución

de vacunas de las grandes compañías farmacéuticas y a los esfuerzos de

control del VIH/SIDA, tuberculosis, y malaria, proporcionando lucrativos

contratos al sector privado.[vi]

Como tal, simplemente afirmar que la OMS ha cometido errores y que carece de

liderazgo ( <https://bit.ly/2Mvmd7W> https://bit.ly/2Mvmd7W),

fundamentalmente tergiversa la situación. Cuatro décadas de reestructuración

neoliberal han llevado a la OMS a actuar precisamente tal cual se ha

diseñado: como corresponsal de poderosos intereses.

Hoy, la relegitimación del poder y la competencia de la OMS es un asunto

urgente.[vii] La OMS necesita un apoyo financiero adecuado basado en cuotas

y sin ataduras para garantizar la gobernanza democrática, la independencia

en la formulación de su agenda, un proceso de toma de decisiones basado en

la ciencia, fundado en su mandato constitucional de promover la salud como

un derecho humano. Por supuesto, tal transformación está en directa

oposición a la embestida neoliberal contra la OMS y contra todo el sistema

de Naciones Unidas. Pero esta situación es transformable con una

revitalización a través de dos grandes ejes. En primer lugar, es clave

ampliar la visión y la acción hacia los factores sociales que configuran la

salud, desde la crisis climática hasta el trabajo inseguro, el extractivismo

(minería, gas natural y petróleo, agronegocios, etc.), la guerra y la

migración forzosa, la opresión sexista, transfóbica, homofóbica, racista y

clasista; y las asimetrías prevalentes de poder y riqueza. En segundo lugar,

hay que continuar movilizando esfuerzos para que la OMS provea investigación

y asesoramiento imparciales para lograr sistemas de salud pública y de

atención a la salud más equitativos, eficaces y sostenibles, en conformidad

con los principios y la práctica de la justicia universal en salud, lo que

no sólo representará acercarse a la equidad en salud para todos, sino que

también contribuirá a prevenir futuras pandemias y a hacer frente a la

actual.

Anne-Emanuelle Birn, ScD, MA

Laura Nervi, PhD, MPH

Acerca de las autoras

Anne-Emanuelle Birn es profesora en el Centro de Estudios Críticos del

Desarrollo y la Escuela de Salud Pública Dalla Lana de la Universidad de

Toronto, Canadá.

Laura Nervi es profesora en la Facultad de Salud de la Población de la

Universidad de Nuevo México, Albuquerque, Nuevo México, Estados Unidos.

Contribuciones de las autoras

A.E. Birn originó la idea del artículo y las dos autoras contribuyeron de

forma igual a la escritura, investigación y revisión.

Agradecimientos

Las autoras agradecen a Theodore Brown, Alison Katz, Mary O’Hara, y los

revisores externos por sus acertadas sugerencias.

Autorización

Este artículo es una traducción de Anne-Emanuelle Birn y Laura Nervi,

“(Re-)Making a People’s WHO,” American Journal of Public Health, 110: 9

(September 2020): online ahead of print July 16, 2020: e1-e2.

<https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806>

https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806

<https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806>

https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806

La revista científica en la que este artículo fue originalmente publicado no

es responsable por la traducción.

Traducción

Laura Nervi

Conflictos de interés

Las autoras no tienen actuales o potenciales conflictos de interés.

Referencias.

_____

[i] Horton R. Offline: Why President Trump is wrong about WHO. The Lancet.

2020; 395(10233):1330.

[ii] Cueto M, Brown TM, Fee E. The World Health Organization: A History.

Cambridge: Cambridge University Press; 2019.

[iii] Packard R. A History of Global Health: Interventions into the Lives of

Other Peoples. Baltimore: Johns Hopkins University Press; 2016.

[iv] Wibulpolprasert S, Chowdhury M. World Health Organization: Overhaul or

Dismantle? Am J Public Health. 2016;106(11): 1910-1911.

[v] Birn A-E. WHOse health agenda? 70 years of struggle over WHO's mandate.

The Lancet. 2018; 391(10128): 1350-1351.

[vi] People's Health Movement, Medact, Third World Network, Health Poverty

Action, Medico International, and ALAMES. Global Health Watch 5: An

Alternative World Health Report. London: Zed Books Ltd; 2017.

[vii] Birn A-E, Richter, J. US Philanthrocapitalism and the Global Health

Agenda: The Rockefeller and Gates Foundations, past and present,” in Howard

Waitzkin and the Working Group on Health Beyond Capitalism, eds. Health Care

Under the Knife: Moving Beyond Capitalism for Our Health, Monthly Review

Press, 2018.

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