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Es un editorial para el American Journal of Public Health (la revista de la American Public Health Association), sobre el retiro de apoyo a la OMS por parte del gobierno de USA y los intereses que hay en la OMS que explican su declinación. Ya fue publicado en inglés, en francés y esta semana se publicará en alemán.
La traducción que sigue es de las propias autoras, Anne-Emanuelle Birn y
Laura Nervi, (Re-)Making a Peoples WHO, American Journal of Public
Health, 110: 9 (September 2020): online ahead of print July 16, 2020: e1-e2.
<https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806>
https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806
<https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806>
https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806
(Re)-Construyendo una OMS para la gente
Resumen
Entre el alboroto causado por la retirada de la OMS por parte del gobierno
de Estados Unidos, una cuestión crucial se deja de lado: la influencia
antidemocrática que las corporaciones transnacionales, las organizaciones
filantrópicas y sus poderosos países asociados ejercen sobre la OMS.
Sostenemos que esta situación debe ser revertida si se quiere relegitimar el
poder y la competencia de la OMS.
Artículo
Mientras los expertos en salud global, políticos, organizaciones de la
sociedad civil y seis de los líderes del G7 animan a declarar el apoyo a la
Organización Mundial de la Salud (OMS <https://bit.ly/3gP9Dyj>
https://bit.ly/3gP9Dyj) y contrarrestar así el descrédito del organismo y la
suspensión de financiamiento ocasionado por el gobierno de Estados Unidos,
un momento de reflexión es necesario.
Indudablemente, la OMS es un actor crucial ( <https://bit.ly/2U9s7Qh>
https://bit.ly/2U9s7Qh) para guiarnos a través de la pandemia de COVID-19,
cooperando con los países miembros en la elaboración de planes de
preparación para la pandemia (incluso para las subsiguientes oleadas de la
enfermedad); recolectando, analizando y difundiendo datos epidemiológicos
críticos; transmitiendo políticas y asesoramientos rigurosos y
científicamente fundamentados; estableciendo normas en torno a las pruebas,
el distanciamiento físico y otras medidas de salud pública; estableciendo
normas en cuanto a la recolección de datos y el intercambio de información;
y apoyando la investigación en medicamentos y vacunas. Si se financiara
adecuadamente y los países miembros le otorgaran el poder, la OMS tendría el
potencial de ampliar el transporte de equipos de protección personal y otros
suministros esenciales para proteger a los trabajadores de primera línea y
servir de coordinador internacional para la distribución ética y equitativa
de diagnósticos, vacunas, productos terapéuticos, y equipos. De conformidad
con el Reglamento Sanitario Internacional, la OMS está facultada para
declarar una emergencia de salud pública de importancia internacional
(ESPII), como lo hizo el 30 de enero de este año con respecto al COVID-19 (
<https://bit.ly/2XvtQkU> https://bit.ly/2XvtQkU) y dar una respuesta en
tiempo real.
¿Dio la OMS algún paso en falso? La próxima revisión imparcial,
independiente, comprehensiva ( <https://bit.ly/2AHgQzW>
https://bit.ly/2AHgQzW) de la respuesta de la OMS al COVID-19 lo revelará,
pero la actuación limitada de la OMS estaba predeterminada desde el
principio por su propia estructura de toma de decisiones, su alcance
restringido (dependencia tanto de los informes como del cumplimiento de
normas por parte de los países, falta de mecanismos de aplicación de dichas
normas, entre otras cuestiones) y su dependencia financiera de los donantes
que actúan en su propio interés.
Persistentes preguntas permanecen en torno a China y a su retraso en
intercambiar información con la OMS ( <https://bit.ly/2Xych3I>
https://bit.ly/2Xych3I). Sin embargo, una vez que las autoridades chinas
confirmaran la transmisión de persona a persona, la OMS colaboró
estrechamente con China para advertir al mundo de esta ESPII y recomendar
medidas extraordinarias para contenerla.[i]
Además, bajo presión internacional, China revisó el aumento de la mortalidad
por COVID-19 ( <https://cnn.it/2XxEwzG> https://cnn.it/2XxEwzG) para
enmendar las incorrecciones. En contraste, la tardía, espeluznante
contabilidad de las muertes en los hogares y las residencias de personas
mayores del Reino Unido, Italia, Francia, España y los Estados Unidos, entre
otros países, sigue siendo justificada, o al menos contextualizada en el
marco de las actuales extenuantes circunstancias.
Asimismo, países que atendieron a las recomendaciones de la OMS incluidos
Alemania, Vietnam, Islandia, Dinamarca, Nueva Zelandia, Corea del Sur y
Finlandia se beneficiaron de su guía (Taiwán, como país no miembro de la
OMS, se anticipó efectivamente a la situación, pero este es un caso aparte).
En suma, incluso mientras se desarrolla el vital proceso de aprendizaje y
renovación que, por su parte, todos los países tendrían que llevar a cabo
se debería permitir que la OMS hiciera su trabajo.
Sin embargo, una preocupación prevalece a todas las demás: La acusación del
gobierno de Estados Unidos de que la OMS está capturada, en efecto tiene
sentido, pero no por los actores denunciados por EEUU. La progresista
Constitución de la OMS de 1948 estableció un sistema de gobernanza
democrática a través de una Asamblea Mundial de la Salud de carácter anual y
un Consejo Ejecutivo rotatorio y electivo de 34 miembros.[ii] Pero, durante
decenios, la OMS se ha visto impedida de establecer políticas de forma
independiente. Su mandato para establecer la agenda en salud fue suplantado
por poderosos estados miembros, sus corporaciones transnacionales y
filantropías, y las instituciones financieras internacionales. Desde 2010,
la Iniciativa de Rediseño Global del Foro Económico Mundial ha tratado de
transformar a las Naciones Unidas, incluyendo a la OMS, en un sistema de
gobernanza de múltiples socios (influido por las empresas transnacionales,
las mayores filantropías, y las grandes finanzas ( <https://bit.ly/3gV66yv>
https://bit.ly/3gV66yv), en el que el dinero público y la legitimidad de las
Naciones Unidas son canalizadas hacia iniciativas privadas con fines de
lucro.
Fundada en medio de las luchas del inicio de la Guerra Fría y una ola de
procesos de descolonización, la OMS siempre fue imperfecta. Sus primeras
décadas estuvieron dominadas por las campañas contra ciertas enfermedades
como el paludismo y el pian, que contaban ya con instrumentos técnicos
listos para implementar (DDT; penicilina) pero que prestaban poca atención a
las condiciones de vida relacionadas con la salud o al desarrollo de
robustos sistemas de salud. Durante una colaboración entre los Estados
Unidos y la URSS en los años 60 y 70 para erradicar la viruela (
<https://bit.ly/2U4xKPJ> https://bit.ly/2U4xKPJ), los países del Tercer
Mundo impulsaron una reorientación: Salud para todos en el año 2000,
plasmada en la Declaración de Alma Ata de 1978 ( <https://bit.ly/3034Ymm>
https://bit.ly/3034Ymm). Esta era la mejor oportunidad para la OMS y para el
mundo de mejorar equitativamente la salud y el bienestar mediante un enfoque
basado en la atención primaria de salud (APS) fundado en el derecho a la
salud, la justicia social, y un nuevo orden económico internacional en el
contexto de las formidables asimetrías de poder, en particular entre el
Norte y el Sur.[iii]
Pero en los 80, durante una crisis global de la deuda y consecuente
recesión, en medio de un giro ideológico neoliberal, la OMS fue acosada por
el gobierno británico de Thatcher y el norteamericano de Reagan. Este último
unilateralmente rebajó las cuotas a las Naciones Unidas y luego retuvo las
cuotas a la OMS alrededor de 1986-1988. Estas medidas estaban destinadas, al
menos en parte, a reprender a la OMS por su Programa de Medicamentos
Esenciales de 1977 (recomendando los genéricos) al que se oponían las
principales compañías farmacéuticas y su Código Internacional de
Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna de 1981 para poner fin a
las prácticas deshonestas de comercialización de las empresas de fórmulas
para lactantes. Simultáneamente, Alma Ata concebida como un esfuerzo
impulsado por la comunidad para hacer frente a las causas subyacentes de las
enfermedades (por ejemplo, enfrentar la diarrea mediante el acceso al agua
potable y el saneamiento) dentro de una crítica radical a los arreglos de
poder económico global fue desestimada mediante un esfuerzo encabezado por
la Fundación Rockefeller para hacer que la APS fuera selectiva mediante
intervenciones de arriba hacia abajo, definidas de forma estrecha (paquetes
limitados de servicios de bajo costo).[iv]
Entretanto, el Banco Mundial comenzó a eclipsar a una OMS insuficientemente
financiada, sus préstamos obligaron a reducir y privatizar masivamente los
sistemas de salud en el Sur. Las políticas de austeridad posteriores a 2008
reverberaron también hacia el Norte: aclamados sistemas de salud universales
fueron debilitados, desfinanciados y se mercantilizaron con gran beneficio
privado, notablemente en el Reino Unido y en España, que están entre los
países que han sido más afectados por el COVID-19.
Con la disminución o estancamiento de las cuotas de sus países miembros en
los 90, la OMS se vio obligada a buscar otras fuentes de financiamiento. Hoy
en día, el presupuesto de la OMS (alrededor de 2,400 millones de dólares
anuales [ <https://bit.ly/2ABiH9e> https://bit.ly/2ABiH9e], menos de un
tercio del presupuesto anual del Hospital Presbiteriano de Nueva York! [
<https://bit.ly/2Y0basD> https://bit.ly/2Y0basD], está en más del 80%
destinado a actividades predeterminadas por los donantes, lo que permite un
enorme control a ciertos países de ingresos altos, corporaciones,
fundaciones privadas y asociaciones público-privadas (las que típicamente
emplean herramientas técnicas, a menudo producidas por esas mismas
asociaciones, para apuntar de forma reduccionista a enfermedades
individuales, mientras escamotean los enfoques integrados o de sistemas de
salud).
Un desarrollo particularmente insidioso es la proliferación de las
asociaciones público-privadas insuficientemente reguladas (y financiadas por
los gobiernos asociados), que ofrecen a los actores corporativos exentos de
procesos de rendición de cuentas un acceso sin precedentes a la toma de
decisiones y las oportunidades de comercialización. En años recientes, la
OMS se ha visto presionada por las asociaciones público-privadas, las
corporaciones trasnacionales y sus asociados gubernamentales para que, por
ejemplo, estos últimos flexibilicen las pautas de consumo de azúcar,
recomienden el almacenamiento masivo de un medicamento ineficaz contra la
influenza (lo que representa un conflicto de intereses con la Gran Farma), e
impulsen la adopción de un marco de prevención de enfermedades no
trasmisibles que pasa por alto la regulación de las empresas
transnacionales.[v]
Las mayores asociaciones público-privadas, el Fondo Global y GAVI (la
Alianza de Vacunas), ambas fuertemente apoyadas por la Fundación Bill y
Melinda Gates y contribuciones de gobiernos, han soslayado y desplazado a la
OMS (que ni siquiera tiene voto en la Junta del Fondo Global), dirigiendo
anualmente miles de millones de dólares públicos a la compra y distribución
de vacunas de las grandes compañías farmacéuticas y a los esfuerzos de
control del VIH/SIDA, tuberculosis, y malaria, proporcionando lucrativos
contratos al sector privado.[vi]
Como tal, simplemente afirmar que la OMS ha cometido errores y que carece de
liderazgo ( <https://bit.ly/2Mvmd7W> https://bit.ly/2Mvmd7W),
fundamentalmente tergiversa la situación. Cuatro décadas de reestructuración
neoliberal han llevado a la OMS a actuar precisamente tal cual se ha
diseñado: como corresponsal de poderosos intereses.
Hoy, la relegitimación del poder y la competencia de la OMS es un asunto
urgente.[vii] La OMS necesita un apoyo financiero adecuado basado en cuotas
y sin ataduras para garantizar la gobernanza democrática, la independencia
en la formulación de su agenda, un proceso de toma de decisiones basado en
la ciencia, fundado en su mandato constitucional de promover la salud como
un derecho humano. Por supuesto, tal transformación está en directa
oposición a la embestida neoliberal contra la OMS y contra todo el sistema
de Naciones Unidas. Pero esta situación es transformable con una
revitalización a través de dos grandes ejes. En primer lugar, es clave
ampliar la visión y la acción hacia los factores sociales que configuran la
salud, desde la crisis climática hasta el trabajo inseguro, el extractivismo
(minería, gas natural y petróleo, agronegocios, etc.), la guerra y la
migración forzosa, la opresión sexista, transfóbica, homofóbica, racista y
clasista; y las asimetrías prevalentes de poder y riqueza. En segundo lugar,
hay que continuar movilizando esfuerzos para que la OMS provea investigación
y asesoramiento imparciales para lograr sistemas de salud pública y de
atención a la salud más equitativos, eficaces y sostenibles, en conformidad
con los principios y la práctica de la justicia universal en salud, lo que
no sólo representará acercarse a la equidad en salud para todos, sino que
también contribuirá a prevenir futuras pandemias y a hacer frente a la
actual.
Anne-Emanuelle Birn, ScD, MA
Laura Nervi, PhD, MPH
Acerca de las autoras
Anne-Emanuelle Birn es profesora en el Centro de Estudios Críticos del
Desarrollo y la Escuela de Salud Pública Dalla Lana de la Universidad de
Toronto, Canadá.
Laura Nervi es profesora en la Facultad de Salud de la Población de la
Universidad de Nuevo México, Albuquerque, Nuevo México, Estados Unidos.
Contribuciones de las autoras
A.E. Birn originó la idea del artículo y las dos autoras contribuyeron de
forma igual a la escritura, investigación y revisión.
Agradecimientos
Las autoras agradecen a Theodore Brown, Alison Katz, Mary OHara, y los
revisores externos por sus acertadas sugerencias.
Autorización
Este artículo es una traducción de Anne-Emanuelle Birn y Laura Nervi,
(Re-)Making a Peoples WHO, American Journal of Public Health, 110: 9
(September 2020): online ahead of print July 16, 2020: e1-e2.
<https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806>
https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305806
<https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806>
https://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2020.305806
La revista científica en la que este artículo fue originalmente publicado no
es responsable por la traducción.
Traducción
Laura Nervi
Conflictos de interés
Las autoras no tienen actuales o potenciales conflictos de interés.
Referencias.
_____
[i] Horton R. Offline: Why President Trump is wrong about WHO. The Lancet.
2020; 395(10233):1330.
[ii] Cueto M, Brown TM, Fee E. The World Health Organization: A History.
Cambridge: Cambridge University Press; 2019.
[iii] Packard R. A History of Global Health: Interventions into the Lives of
Other Peoples. Baltimore: Johns Hopkins University Press; 2016.
[iv] Wibulpolprasert S, Chowdhury M. World Health Organization: Overhaul or
Dismantle? Am J Public Health. 2016;106(11): 1910-1911.
[v] Birn A-E. WHOse health agenda? 70 years of struggle over WHO's mandate.
The Lancet. 2018; 391(10128): 1350-1351.
[vi] People's Health Movement, Medact, Third World Network, Health Poverty
Action, Medico International, and ALAMES. Global Health Watch 5: An
Alternative World Health Report. London: Zed Books Ltd; 2017.
[vii] Birn A-E, Richter, J. US Philanthrocapitalism and the Global Health
Agenda: The Rockefeller and Gates Foundations, past and present, in Howard
Waitzkin and the Working Group on Health Beyond Capitalism, eds. Health Care
Under the Knife: Moving Beyond Capitalism for Our Health, Monthly Review
Press, 2018.
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